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18 mayo 2009


Capítulo 14: Las Maldiciones Imperdonables

La semana continuaba con normalidad. El profesor Lucius parecía estar enfadado con cualquier feo que encontrara en su clase, tanto, que puso una bolsa a Ernie en la cabeza para no verlo, porque ese verano se le había llenado la cara de espinillas.

Por fin llegó la clase de Defensa. Ron se sentó con Zanky en primera fila, y Jana se sentó con Jermayoni detrás. En la siguiente fila encontraron a la Susan con varios miembros de la mafia, y en el fondo del aula estaba Enrique Alfarero, con su nueva mascota: un cochinillo.

El profesor Moody entró en el aula y los miró a todos con su ojo bueno, y con el parche con el ojo dibujado. Mostró una amable sonrisa y después dijo:

- Me están dando ganas de cerrar las ventanas y la puerta para poder desangraros a gusto, pero debo controlarme... preciosisimos.

- Grasia - contestó Jana, atusándose el pelo.

- Hoy vamos a estudiar algunas maldiciones de esas que hacen mucho daño, tanto daño que el-que-da-yuyu-nombrarlo las usaba hasta para abrir una lata de guisantes. ¿Alguno de vosotros, asquerosos ignorantes, sabe el nombre de alguna de estas maldiciones? por favor, si sois tan amables...

Varias manos se alzaron y OjoChungo señaló la mano de Jana:

- Yo conoco una que é impedonable pero vamo, a má no podé.

- Ajam, ¿y cuál es?

- La mardisión der despeine.

- La... ¿la maldición del despeine? - repitió OjoChunjo, incrédulo.

- Si, si, ¿cómo tas quedao? si ej que é imperdonable der tó, - se giró hacia sus compañeros, indignadísima - vamo, que vaya tu to guapa y arreglá a una fiesta d'etiqueta y te llegue un guasón y te haga la mardisión der despeine y se cargue la sinco hora que has estao ahí dándole a la laca... vamo, me diréi que no é imperdonable.

Jana se volvió a sentar y miró al profesor, satisfecha de ella misma. Ojochungo se giró para pedir más manos y Jana dijo por lo bajo:

- ¿Habéi vito como s'ha quedao? l'he impresionao y to, ya verei que eta asinatura l'apruebo.

El siguiente con turno de palabra fue Ron.

- Mi papaito me habla de la maldición Imperius.

- ¡Oh! si, si, ¡imperius, imperius! - OjoChungo dio unos saltitos dando palmas, nervioso. - Vamos a poner un ejemplo... mmm ¿algún voluntario?

Todos se escondieron en sus pupitres, salvo la Susan, que hizo explotar una burbuja de chicle, y Jana, que quería volver a impresionar al profesor y levantó la mano.

- Perfecto... tú.

El profesor agitó su varita y pronunció "Imperius".

En seguida Jana abrió mucho los ojos y se irguió, se levantó despacio de la silla y se puso frente a los alumnos, sin parpadear.

- Ahora vuestra compañera la andaluza me pertenece, en cuerpo y alma. ¿Qué queréis que hagamos? mmm... ¡ya sé! hagamos que hable bien.

- Hola a todos, mi nombre es Jana, como la mayoría de vosotros ya sabéis. Soy una pija andaluza que prefiere la ropa de marca por encima de cualquier cosa.

Todos se quedaron con la boca abierta, sin dar crédito a lo que oían. La Susan dejó de mascar su chicle y prestó gran atención a la clase por primera vez en su vida.

- ¿Alguna propuesta para que haga Jana?

Todos los alumnos comenzaron a reaccionar y dijeron en voz alta, todos de golpe, lo que querían que hiciera. "Que se tire por la ventana" "Que se ensucie aposta" "Que se despeine" "Que insulte a Tita"

- ¡Eh! ¡eh! tranquilos, veamos... vamos a hacer que se ponga la boina de Enrique Alfarero.

Enrique, instintivamente se protegió su boina.

- ¡Yejee! que bajo la boina tengo un jamón de pata negra.

Pero Jana ya se lo había quitado y lo lucía, sucio y lleno de caspa, en su cuidada cabellera. Jermayoni ahogó un grito, eso jamás lo haría Jana.

Toda la clase aplaudió. Finalmente el profesor sentó con su varita a Jana en su pupitre y cortó la maldición.

- ¿Cómo te encuentras?

Jana estaba extasiada, le caía una babilla transparente por el labio, como cuando se pasaba con los anisetes.

- ¡Má!

- ¿Cómo dices?

- Dame má, ¡¡¡dame má!!!

Tardaron un poco en tranquilizar a Jana a base de anisetes. Después, el profesor Moody continuó su clase.

- Esta maldición puede hacer que quien la reciba haga cualquier cosa ¡CUALQUIERA!, y funciona tanto con personas como con criaturas o animales.

Esas últimas palabras encendieron una bombillita en Ron, y en su cara apareció una mueca de triunfo. La Susan seguíaa sin mascar, atenta al profesor, que se había girado hacia la pizarra para apuntar el nombre de la maldición.

De pronto la puerta se abrió con un susurro casi imperceptible y Ernie, sin camiseta, fue a sentarse en última fila, aprovechando que el profesor estaba de espaldas.

- Señor MacMillan, a la próxima clase que llegues tarde me encargaré de que te corten los dedos de los pies y me hagan un bonito colgante con ellos, ¿queda claro? bonito.

Todos abrieron mucho los ojos, Ernie el que más. El profesor Moody tenía la capacidad de ver de espaldas, quizás fuera por el parche con el ojo dibujado, pensó Zanky. Ese ojo pintado podía tener la cualidad de ver a través de las cosas.

- ¿Alguien más conoce otra maldición? - preguntó el profesor, girándose de repente.

Un par de manos se alzaron, pero fue la Susan la que se hizo notar y dijo, sin alzar la mano, pero muy seria.

- La maldición cruciatus.

Aquellas palabras provocaron que a Ernie le entrara un tembleque sonoro, quizás fuera por el frío al no llevar camiseta. El profesor Moody sonrió, mirando a la Susan.

- Muy bien, esa maldición la usaba quien-da-yuyu-nombrarlo para cortarse las uñas de los pies... y él y sus mortífagos torturaron hasta la muerte a muchos magos, muajajaja, muaaaaajajajaja. ¿Algún voluntario?

La mayoría se escondió debajo de los pupitres.

- ¿He oído voluntario? - Tita se asomó por la puerta - ¿puedo?

- ¡Por favor! ¡¡Faltaría más!!, pasa pasa, guapísima.

El profesor invitó a Tita a entrar para probar la maldición y la sentó en una mesa.

- Voy a probar contigo la maldición cruciatus.

- ¿Esa no era una de esas que estaban prohibidas por no se qué?

- Si, pero ya sabes... estos del Ministerio...

- Si... fascistas...

- ¿Preparada?

- Siempre.

El profesor lanzó un rayo de luz verdosa con su varita al pronunciar "Crucio" que se estrelló contra Tita. Todos miraron a la gala, atentos, pero Tita no reaccionó.

- ¿Ya está? revísate esa magia hijo mío, que creo que no funciona. Bueno, me voy, que tengo que dar de comer a las anacondas...

Tita salió del aula, algo decepcionada, se esperaba más del mítico OjoChungo.

El profesor parpadeó con su ojo bueno, algo confuso, y después cogió una araña de la pared, que se acercaba sospechosamente a Ron, y la hizo aumentar de tamaño para que todos la vieran bien. Pronunció de nuevo la maldición y la araña comenzó a retorcerse de dolor.

La Susan tenía la mirada fija en la araña, con cara de sicópata y sin pestañear. Ernie, en cambio, había palidecido y sus tembleques eran más violentos, hasta que cayó de la silla.

- ¡Pare! ¡Pare! - gritó Jermayoni - ¡Puede que se haya despeinado!

El profesor cortó el hechizo y la araña cayó, dolorida y sin fuerzas, aún sufriendo, en la mesa del profesor.

- Bien muchachos... ¿alguien conoce la última maldición imperdonable?

De nuevo la Susan respondió, sin alzar la mano.

- Avada Kedavra.

El profesor pronunció esas palabras contra la araña, que se estiró de golpe y murió sobre la mesa, insofacto.

- Esas son las tres maldiciones imperdonables.

- Las cuatro, no se orvide de la der despeine.

- Pero no se enseñarán, por supuesto, el Ministerio tiene prohibido su uso, aunque si queréis aprenderlas doy clases particulares en mi despacho los fines de semana de 6 a 9, 2 galeones la sesión. No obstante - continuó - este curso aprenderéis a hacerles frente.

Al terminar la clase Ernie seguía en su sitio, traspuesto, y el profesor Moody lo invitó a su despacho a merendar.

- Qué morro - dijo Zanky, consternado - Seguro que le da magdalenas...

Jermayoni se fue a la biblioteca sin merendar siquiera, y Zanky y Ron hicieron los deberes de Adivinación en el Gran Comedor, mientras merendaban, ensuciando sus cartas astrales con Nesquick. Finalmente optaron por escribir desgracias en sus trabajos, de las que le gustaba a la profesora. Acompañaron a Jana a la sala común, que se sentía como vacía.

- No sé, lo anisete ya no me llenan tanto como ante... voy a vé si er pofesor Mudito me pué lansá otra vé la mardisión Imperiu esa, que pa mi que m'he dejao argo en ella. Ya vengo, xicos.

Mientras Jana salía, Jermayoni entraba, corriendo y deteniéndose sólo, como siempre, en los espejos que encontraba de camino.

- Chicos, he fundado la OSEA.

- ¿O sea?

- ¡No! La O.S.E.A. Orgullosos Sirvientes Elfos Adecentados, una asociación pro-derechos a la belleza para los elfos. ¡A Carla Bruni pongo de testigo de que esas elfas no volverán a tocar nada sin estar monísimas de la muerte!

Zanky y Ron se asustaron, normalmente Jermayoni conseguía lo que se proponía.

- ¡Tú! - señaló a Ron - serás el tesorero, y tú - señaló a Zanky - el secretario. He fabricado unas chapas de la OSEA, súper fasions, o sea, con diseños de Dior, huelen y todo.

Les mostró un estuche repleto de estas chapitas, todas rosas con letras rojas con corazones y la imagen de una elfina elegante al fondo.

- Hay que venderlas para conseguir fondos. Calculo que necesitaremos 1000 millones de galeones para adecentar a todas las elfinas de Hogwarts... no me miréis así, la moda de alta costura es cara...

Uno de los conductos de lorería comenzó a hacer ruido y el loro de Zanky, Hedwig, apareció en la sala común.

- Amo bonito, amo bonito.

Zanky recogió la carta, era de Sirius y estaba llena de gotas resecas.

Querido Zanky:

¡Qué pena más grande que te duela la cicatriz! ¿Te has puesto pomadita o algo? No te preocupes, tu papi suplente irá a Hogwarts a cuidarte, me pongo ya mismo de camino, en cuanto me seque el hocico. Pero si te vuelve a doler díselo al tito Dumbledore, es muy importante.

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